A los 40 años tras una preciosa fiesta de cumpleaños  llena de familia y amigos, mi vida hizo crack. Nada de lo que decían en ese emotivo vídeo hacía eco en mí. Me sentí una farsante y nada merecedora de tanto amor. Indagué y me descubrí fuera de mi vida. 

Desde la infancia y juventud  viví tomando las decisiones que a mis figuras de apego les parecían correctas persiguiendo ser amada si cumplía sus expectativas.

De forma poco consciente, me fui a otra ciudad para formar parte de una institución religiosa. 9 años fuera de casa: la de mis padres y, más importante, la mía propia: mi cuerpo, mi mente y mi alma.

A los 27 años, inmersa en una vida de entrega, mi propio cuerpo fue el que me indicó que estaba inmersa en sufrimiento. Regresé a Barcelona y, aparentemente, transformé mi existencia: cambié de carrera universitaria, incluso me casé. Sin embargo, seguía operando en piloto automático, cumpliendo con lo que se esperaba de mí. Trabajaba como maestra de inglés, obtenía títulos que, aunque no me interesaban, supuestamente añadían "valor" a mi currículum. Mis recuerdos de esa época son escasos. Esa vida no me pertenecía.

Fue solo cuando me convertí en madre y comencé a cuestionar mi propia educación. Comenzó a despertar un volcán en esa fiesta de mis 40. Intuitivamente, regresé a la universidad y me sumergí primero en el estudio de la afectividad, luego en la educación emocional.  Finalmente, decidí comprometer mi tiempo y recursos para certificarme como coach por ICF. Con determinación, me especialicé en coaching en gestión y bienestar emocional, heridas emocionales y coaching educativo. Explotó el volcán y tomé el mando de mi propia vida.

En este proceso de toma de conciencia, todo se ha movilizado. Replanteé mi trayectoria profesional, presentándome como Educadora Emocional y Coach de adolescentes en mi trabajo actual. Simultáneamente, imparto talleres en línea y guío a aquellos que ven en el coaching y la mentoría emocional una herramienta valiosa para su crecimiento y desarrollo personal.

He tomado el control, he detenido mi piloto automático. ¿He cambiado mi vida aparentemente? No. Quien ha cambiado soy yo. Ahora soy la dueña de mis decisiones, de mis pensamientos. Decido quién soy, qué priorizo de acuerdo a mis valores y estoy constantemente atenta a mis emociones para asegurarme de que estén alineadas con la vida que he elegido vivir.